lunes, 20 de junio de 2016

Elogio al Apego


Voy a tomarme este espacio para defender al ‘Apego’ de las voces que, escasas o carentes de un mínimo de sensibilidad y de comprensión, se alzan en su contra. Ya las conocemos: los paladines proclamadores del desapego, vestidos de espiritualidad pedagógica, nos dan sus útiles consejos de egolatría pragmática.


“Pare de sufrir”, dice el anónimo telegurú de saco y corbata, con tonada brasileña.
“Estos son los ocho escalones para no sufrir”, habría dicho el Buda.
“¿Por qué me has abandonado?”, se preguntaba Jesús en el clímax de su martirio (un ratito antes de morir y resucitar).
Y digo yo:
Apégate con todas tus ganas, con todas tus fuerzas, con toda tu tenaz obstinación.
Apégate hasta que cada quien alcance su samadhi.
Apégate hasta que gratamente agradecido ya no tengas que apegarte.

Y no te prives de sufrir todo lo que tu sensibilidad te habilite para sufrir. Porque la aversión a sufrir genera un leve sufrimiento preventivo que lleva a una existencia diluida y huidiza que paraqué. Y porque el Apego no es nada menos que uno de los mil nombres del Amor, escapado de las políticas sentimentales policíacas, y resistiendo dignamente desde la clandestinidad. El Apego no es nada menos que la Atención (otro de los milnombres), y la atención está orientada en concordancia con nuestro fuego interior. Donde llama el Entusiasmo se vislumbra el propio Ser (diría el filósofo, con otras palabras). 

¿Cómo vivenciar, cómo experienciar, cómo conocer y cómo crecer si no es a través del Apego? Como esa pregunta sugiere, el mismo es vital para relacionarnos con nuestro medioambiente, en forma de herramienta temporaria, como un medio de contacto, y de allí que debemos cuidarnos de quienes lo atacan con el falaz argumento de considerarlo un fin en sí mismo, ignorando sus importantes aportes en los procesos.

“El Apego subjetiviza lo objetivo, perdiendo los límites de individualidad del yo, y pudiendo llegar a objetivizar lo subjetivo, cuando se proyecta sobre un Otro”, o, dicho con otras palabras, y desde otra perspectiva: los psicólogos siguen difundiendo sus teorías pseudofilosóficas deshumanizantes para enfermar a la población y así no perder su trabajo de domesticación, tan funcional al nefasto sistema en el que están insertos. Demás está declarar que no hay que hacerles nada de caso si uno quiere vivir dignamente y responsabilizándose por lo que atrae a su espíritu, que intuye lo que pertenece al ámbito de sus incumbencias personales.
El fomento de la individualidad separatista ficticia, angustiosamente intenta la adaptabilidad al sistema social capitalista, que centrifuga la atención hacia el consumismo. “Felicidad”, “Plenitud”, “Libertad”… vistos desde afuera son sólo fachadas vacías, que se utilizan como anzuelos para atraer a los carenciados a las góndolas de los Mercados.
Los procesos saludables en cambio, necesitan del Apego para desarrollarse naturalmente. Por eso insisto: Apégate a todo lo que incentive tu apego. Apégate a ti mismo, como así también al resto del Cosmos, que, si ahora estás leyendo esto, no es más que una extensión descontrolada de vos mismo, tenebrosamente aliada a tu insondable subconsciente pozo sin fondo* (un extenso túnel enmarañado que te conecta con el origen del universo, pasando por todas sus eras cosmológicas, pero cuyo tramo más cercano ya es suficientemente laberíntico y tramposo como para que te olvides de un nombre conocido, equivoques una palabra o no encuentres las llaves, por no mencionar curiosidades mas siniestras); pero también, ¡graciadió!, cósmicamente aliada a tu supraconsciente (aunque hay veces que “tragicósmica” sería un vocablo más adecuado para caracterizar esta alianza).

Entonces digo: atrévete a honrar el fuego de tu portentoso espíritu, que es el que ilumina a toda la madriguera; y ya pacíficamente apegado, camina a paso firme, o surfea los suelos pantanosos, hacia donde tu deseo te lleve a estar.



*Con lo de “pozo sin fondo” y su descripción, me estaba refiriendo metafóricamente a la psiquis humana, y no a su tracto digestivo (en ninguna de sus dos direcciones), pero queda en la responsabilidad de cada lector si quiere aplicar su imaginación a otras metáforas. El cuerpo-humano y sus funciones son un locus topológicamente susceptible a todo tipo de ellas, relacionándolo con el resto del mundo que lo circunda (en cualquiera de sus dos direcciones) y derivando a veces en visibles y más que palpables consecuencias para ambos.








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