Voy a tomarme este espacio para defender al
‘Apego’ de las voces que, escasas o carentes de un mínimo de sensibilidad y de
comprensión, se alzan en su contra. Ya las conocemos: los paladines
proclamadores del desapego, vestidos de espiritualidad pedagógica, nos dan sus
útiles consejos de egolatría pragmática.
“Pare de sufrir”, dice el anónimo telegurú de saco
y corbata, con tonada brasileña.
“Estos son los ocho escalones para no sufrir”,
habría dicho el Buda.
“¿Por qué me has abandonado?”, se preguntaba Jesús
en el clímax de su martirio (un ratito antes de morir y resucitar).
Y digo yo:
Apégate con todas tus ganas, con todas tus
fuerzas, con toda tu tenaz obstinación.
Apégate hasta que cada quien alcance su samadhi.
Apégate hasta que gratamente agradecido ya no tengas que apegarte.
Y no te prives de sufrir todo lo que tu sensibilidad
te habilite para sufrir. Porque la aversión a sufrir genera un leve sufrimiento
preventivo que lleva a una existencia diluida y huidiza que paraqué. Y porque
el Apego no es nada menos que uno de
los mil nombres del Amor, escapado de
las políticas sentimentales policíacas, y resistiendo dignamente desde la
clandestinidad. El Apego no es nada
menos que la Atención (otro de los
milnombres), y la atención está orientada en concordancia con nuestro fuego
interior. Donde llama el Entusiasmo se vislumbra el propio Ser (diría el
filósofo, con otras palabras).
¿Cómo vivenciar, cómo experienciar, cómo conocer y
cómo crecer si no es a través del Apego? Como esa pregunta sugiere, el mismo es
vital para relacionarnos con nuestro medioambiente, en forma de herramienta
temporaria, como un medio de contacto, y de allí que debemos cuidarnos de
quienes lo atacan con el falaz argumento de considerarlo un fin en sí mismo,
ignorando sus importantes aportes en los procesos.
“El Apego subjetiviza lo objetivo, perdiendo los
límites de individualidad del yo, y pudiendo llegar a objetivizar lo subjetivo,
cuando se proyecta sobre un Otro”, o, dicho con otras palabras, y desde otra
perspectiva: los psicólogos siguen difundiendo sus teorías pseudofilosóficas
deshumanizantes para enfermar a la población y así no perder su trabajo de domesticación,
tan funcional al nefasto sistema en el que están insertos. Demás está declarar
que no hay que hacerles nada de caso si uno quiere vivir dignamente y
responsabilizándose por lo que atrae a su espíritu, que intuye lo que pertenece
al ámbito de sus incumbencias personales.
El fomento de la individualidad separatista
ficticia, angustiosamente intenta la adaptabilidad al sistema social
capitalista, que centrifuga la atención hacia el consumismo. “Felicidad”, “Plenitud”, “Libertad”…
vistos desde afuera son sólo fachadas vacías, que se utilizan como anzuelos
para atraer a los carenciados a las góndolas de los Mercados.
Los procesos saludables en cambio, necesitan del
Apego para desarrollarse naturalmente. Por eso insisto: Apégate a todo lo que
incentive tu apego. Apégate a ti mismo, como así también al resto del Cosmos,
que, si ahora estás leyendo esto, no es más que una extensión descontrolada de
vos mismo, tenebrosamente aliada a tu insondable subconsciente pozo sin fondo*
(un extenso túnel enmarañado que te conecta con el origen del universo, pasando
por todas sus eras cosmológicas, pero cuyo tramo más cercano ya es
suficientemente laberíntico y tramposo como para que te olvides de un nombre
conocido, equivoques una palabra o no encuentres las llaves, por no mencionar curiosidades mas siniestras); pero también, ¡graciadió!,
cósmicamente aliada a tu supraconsciente (aunque hay veces que “tragicósmica”
sería un vocablo más adecuado para caracterizar esta alianza).
Entonces digo: atrévete a honrar el fuego de tu
portentoso espíritu, que es el que ilumina a toda la madriguera; y ya
pacíficamente apegado, camina a paso firme, o surfea los suelos pantanosos,
hacia donde tu deseo te lleve a estar.
*Con lo
de “pozo
sin fondo” y su descripción, me estaba
refiriendo metafóricamente a la psiquis humana, y no a su tracto digestivo (en
ninguna de sus dos direcciones), pero queda en la responsabilidad de cada
lector si quiere aplicar su imaginación a otras metáforas. El cuerpo-humano y
sus funciones son un locus topológicamente susceptible a todo tipo de ellas, relacionándolo
con el resto del mundo que lo circunda (en cualquiera de sus dos direcciones) y
derivando a veces en visibles y más que palpables consecuencias para ambos.
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