I
Ambrosio
el Patriarca, se encontró en la situación de que tener que evitar que continúen
las depravaciones, los tumultos y el caos social generalizado. Se vio obligado
así a inventar una deidad, que rija las pautas de comportamiento y pacifique su
comunidad convulsionada.
II
Desde
la esfera celestial, el dios Aromeq observaba la orquestación de los hechos y
actores que le indicaban que era el momento de que vuelva a irrumpir su
manifestación divina en el mundo terrenal de los mortales.
III
En
otro orden de percepción, el ladrón arrepentido Calafone vio conmocionado cómo
Ambrosio el Patriarca recibía la iluminación divina de Aromeq, que les revelaba
su existencia tras una intensa epifanía.
ANEXOS
IV
En
otros tiempos, más lejanos, y en otras tierras, igualmente distantes, la
Hermana Ascensión instruía a los niños en la devoción al Todomisericordioso
Aromeq, y en el respeto a los demás, como les enseñó el Profeta. Y todos los días
recitaba su secuencia de plegarias sagradas (que van
intercalando entre alabanzas e instrucciones, y así renuevan los contratos para
una relación más fructífera entre las partes).
V
En
la esfera política, Miguel Tercero prepara los trámites para desligar al Estado
de la Orden Clerical y cesar con el tributo de los pagos semanales, presionado
por los disgustos que dejaron las secuelas de las últimas Guerras Aromequianas,
mientras sigue mandando a sus hijas a la escuela religiosa Nuestra Señora de la
Santa Devoción.
-I
En
el Albor de los Tiempos, todo era agua y barro. Aromeq usa el agua para crear
el firmamento, y el barro para crear a las criaturas acuáticas. Luego toma
algunas de esas criaturas, y las remodela para crear a los animales aéreos y
terrestres.
Al
sexto día decora su creación con vegetales y minerales. Después de eso, para no
sentirse solo, toma un fragmento de un espejo, y con eso crea al ser humano.
Tras
un período de armonía entre las criaturas de su Creación, ese último ser
creado, un día se le rebela, negando su carácter reflectante y pretendiendo
ser él mismo un dios, y entonces inventa el fuego. Con eso despierta la ira de Aromeq, que como castigo lo
divide en dos partes desiguales.
Pero después de un tiempo, viendo que cada parte
sentía fuertemente la angustia de esa división, les regala el Sol, la Luna y
las Estrellas, para que se entretengan observando sus movimientos y así logren
ignorar la angustia.
Luego
de ello no les habló más, y con el trascurso de los milenios fueron olvidándose
de su origen divino.
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