miércoles, 27 de enero de 2016

El ingenioso amigo de Sánchez, de La Matanza


No se cómo lo convenció pero Sánchez empezó a trabajar todo el día para él, y ahora se las arregla como puede para conseguir algún ingreso extra porque parece que su amigo le prometió pagarle recién cuando su proyecto diera ganancias y, por lo que me había contado Sánchez, no era un proyecto muy serio. Más bien parecía el de una mente paranoica. Pero claro, si daba resultado las ganancias serían muchas, no sólo en lo económico sino en beneficios mucho más gloriosos; y con el entusiasmo que tenía su amigo y su espíritu idealista emprendedor, al final lo terminó convenciendo.


Más tarde me enteré de que Sánchez quedó atrapado en esa paranoia y ya no sale de su casa, dispuesto a completar por todos los medios la misión que habían comenzado; y resulta que su amigo se dio cuenta de que todo había sido una locura, que él no era un hacker, ni estaba protegido por la armadura de un firewall especial; y aunque Sánchez supiera algo de informática y programación, era una fantasía descabellada querer rescatar la libertad y la vida privada de las personas (incluidas las de su amada Dulcinea de Morón) de las garras del dominio de las empresas Micros*ft, Appl* y  Googl*, con sus maliciosos software espías, y sus ojos artificiales vigías, instalados en cada computadora, en cada tablet, en cada celular y en cada dispositivo digital existente.






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