viernes, 5 de febrero de 2016

Para reflexionar I: La locura


Como todo tiene su razón de ser, cuántas veces lo que llamamos locura corresponde en realidad con la incomprensión. Pero la calificación de locura termina allí, mientras que la de incomprensión reconoce que hay algo incomprendido pero comprensible, con lo cual exige tácitamente la responsabilidad de asumir una posición de ignorancia posible de ser superada, y cambiando de esta manera el punto de vista: de lo observado y (des)calificado, se pasa al observador, quien se reconoce entonces como el calificador que es, en el acto mismo de nombrar.

Un loco sería entonces una figura imaginaria equivalente a una bruja o un monstruo, es decir, algo que no existe en sí mismo sino por quien lo nombra desde ciertas normas y lo rotula como fuera de ellas: lo anómalo, lo anormal.


Y así pasa igualmente con tantos otros términos que estigmatizadoramente se utilizan para  desconocer la propia ignorancia, crear chivos expiatorios a medida de la necesidad, y así evadir responsabilidades.







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