sábado, 20 de febrero de 2016

Brechas en el Cuadrilátero


Antes del Gran Cambio Climático Global, existían en el ciclo del año cuatro estaciones bien diferenciadas: el Verano con sus calores de plantas verdosas y días de pileta pelopincho, el Otoño que vestía a los árboles de un naranja nostálgico por una etapa que se iba y nos preparaba para el Invierno, que bajaba las temperaturas hasta cubrir de nieve albina algunos pinos y mandarnos al lado de una estufa a leña, y la Primavera venía a derretir los hielos con un calor templado ideal para la floración multicolor de la vida, que se desperezaba después de una larga hibernación.

Pero la situación cambió después del Gran Cataclismo. Cada estación quedó relegada a una esquina del cuadrilátero del planisferio terrestre, y en el choque de sus bordes surgen toda clase de turbulencias: tornados, tsunamis, maremotos, inundaciones… Y tanto los ventarrones como las corrientes marinas, se encargan de llevar estos disturbios tierra adentro… Por si ello fuera poco, finalmente se hicieron visibles los temidos jinetes apocalípticos, y cada uno radicó su morada en un cuadrante, dividiéndose cual TEG el territorio mundial. Así, en el Invierno del Norte radica la Muerte, que se hace notar en forma de arrebatos de misantropía. En el Otoño del Oeste se estableció la Peste, que se esparce a través de hematófagos vampiros que disimulan su monstruosidad con el aspecto de pequeños mosquitos. En el Verano del Sur se ubicó el Hambre, que mediante la ceguera gesta desnutridos, entre sembrados enajenados o suelos fértiles sin cultivar. A la Primavera del Este le tocó el más bélico: la Guerra, que invade territorios y enloquece a su gente contaminando sus corazones con ideas de rivalidad.

Aguarden, no tiren aún la toalla, ni desesperen. Las predicciones más optimistas (tomadas de psicografías de un profeta argentino perdido en los 60’s) auguran que en un futuro cercano se reconciliarán las partes y el clima volverá a la armonía cíclica de antaño. Mientras tanto, aunémonos en las adversidades, amuchémonos sin discriminación de credos ni de afinidades, seamos solidarios hasta con los enemigos, no dejemos que nadie quede fuera de La Barca de Ararat. Y no salgamos sin paraguas, que en cualquier momento pueden llover ranas y pescados.






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